Madres y muy señoras mías,
Lo primero de todo
agradeceros vuestros elogios que me motivan para seguir escribiendo. Es
el regalo más bonito que podíais hacerme. Decirme que os sentis
identificadas y que os reís un rato con mis posts vale un potosí (como
decían nuestras abuelas). Así que como me habéis pedido que siga
contando mis historietas allá voy...
Hoy me gustaría
hablar de la pareja, en qué nos convertimos la mamá y el papá, antigos
seres irresponsables respetando la regla de ocho horas de sueño mínimo
por día (y algo más el fin de semana), cuando llega ese 3er pasajero a
la nave nodriza.
Lo primero de todo nos convertimos en
una familia, ¿Y eso qué implica? Pues, pensar en triple y ya no en
doble. Y eso en todo momento. Cuando piensas en lo que vas a hacer el
fin de semana, en las próximas vacaciones, en las compras en el super
(ahora vais a Carrefour aunque os pille lejos porque los pañales Pampers
son más baratos), en la siesta, en ver el último capítulo de Dexter, en
ir al cine (bueno mejor dicho en NO ir al cine).
La
pareja se convierte en una especie de ordenador con programas
complicadísimos de gestión logística que debe evitar todo cortocircuito
posible que ponga en peligro el sistema. Para ello hay que evitar sobre
todo los reproches, las comparaciones, la competición absurda, nadie es
mejor ni peor, cada uno hace las cosas a su manera. No sirve de nada
discutir porque uno opina que el agua del baño tiene que estar a 37° y
el otro a 38°, se pone a 37,5° y... ¡ya está! (o sino otra opción es
hacer lo que te da la gana y decir al papá en cuestión que efectivamente
tiene razón y que has hecho lo dice)
Eso sí, los
trayectos en coche ya no son los mismos. Antes los dos cantabais
como locos canciones de la Carrá en la parte delantera haciendo la ola
con los brazos (no hablo de nosotros, por supuesto, válgame Dios :P) y
ahora te
cuesta oir a tu hombre cuando te comenta algo porque estás detrás
intentando
entretener al bicho con un sonajero. Y de paso le pides que baje la
música, anda, que sino no
se va a dormir...
Y qué decir de la vida secreta de la
pareja, la vida íntima, pues que existir existe (al parecer se han dado
casos jeje). Eso sí, durante muchassss semanas tras el nacimiento del
baby ni siquiera recuerdas que un día esto formaba parte de tu vida, ni
entiendes como esa zona magullada de tu cuerpo podrá algún día volver a
tener ganas de fiesta. Pero como la naturaleza es sabia (y sobre todo
egoísta porque quiere que la especie no se extinga), todo vuelve a su
estado anterior y la líbido, que se quedó junto con la placenta en el
hospital, resurge de sus cenizas. Cuando todo vuelve a su cauce hay una
sensación de primera vez, como un antes y un después inexplicables. Como
un reencuentro contigo misma y con tu pareja y entiendes que no solo
eres madre para él, que sigues siendo su mujer.
También se gana en originalidad (sin olvidar en eficacia y rapidez). Aún
recuerdo esa vecina de Zaragoza que contaba un día en la panadería que cuando
sus hijos eran pequeños se encerraba con su marido en la cocina, empujaban la
lavadora delante de la puerta y les decían que la estaban
arreglando y que esperaran un ratito :)
Pero lo que
realmente os une ahora es esa misma luz que brilla en vuestros ojos
cuando comentáis el último logro del peque (como si oirle por primera
vez haciendo pedorretas fuera tan importante como el descubrimiento de
la teoría de la relatividad) y lo vulnerables que os sentís porque tose
desde hace dos días y ya no sabéis qué hacer.
Además
descubres facetas que no imaginabas en el otro: la paciencia, la
ternura, la delicadeza, y sobre todo, descubres que tu hombre no tiene
sentido del rídiculo cuando se trata de hacer reir a su hijo, pero que
importa, se te cae la baba con sus carcajadas.
Lo que
cambía es que hay un nuevo ser que reúne las cualidades y defectos de
los dos, un ser que sonríe y te observa para recordar que por él, por su
futuro, tenemos que ser mejores cada día, no solo como padres, sino
como la pareja que por amor decidió traerle al mundo.
Ala, y ahora a dormir que ya es hora,
Besos